Esta noticia me produce dos fuertes reacciones:
Por un lado vergüenza, ante lo poco cívicos que podemos llegar a ser, arrojando de todo al mar, como si de un basurero se tratase. En este caso, en las playas de Gran Canaria, Tenerife y Lanzarote
Y, por otro lado, orgullo ante la labor desinteresada de unas personas que generosamente dedican su tiempo a mejorar la costa que tendríamos que cuidar todos. Al fin y al cabo, es el mejor patrimonio que tenemos en Canarias.